viernes, 31 de julio de 2009

Territorio de cruces

Muy cerca de la bajada del Puente Avellaneda, frente a una casa de chapa y madera, había un magnolio donde cada noviembre se instalaba la magia.
Hacia el 500 A.C., entre otras
perplejidades, Pitágoras nos señaló la sección áurea.
La Salamanca es una leyenda que se renueva cada vez que escuchamos cosas, por ejemplo, de Sixto Palavecino o Peteco Carabajal.
En el barrio de La Boca hubo un artista que simplemente creyó pertenecer a su entorno. Durante mucho tiempo, el "arte oficial" se empeñó en negarlo. Pero a Quinquela Martín su pueblo aún lo sigue amando.
A principios del Siglo XX, algunos actos chamánicos de Marcel Duchamp, convirtieron objetos vulgares en piezas de museo.
Entre 1913 y 1935, Carlos Gardel grababa humildes cosas que serían para siempre.
En el universo de los números transfinitos, el todo no es mayor que las partes. Y en las geometrías no euclidianas, la suma de los ángulos interiores de un triángulo es mayor o menor que dos rectos.
Gracias a Umberto Eco, nos dimos cuenta de las estrechas vinculaciones que era posible establecer entre Immanuel Kant y los ornitorrincos En muchas ocasiones, Miguel Diomede simulaba pintar naturalezas muertas, pero en realidad estaba haciendo visible el alma secreta de las cosas.
El Viernes Santo de 1727, Juan Sebastián Bach estrenaba "La Pasión Según San Mateo". Será, nomás, que Dios existe.
A veces en Tilcara, otras veces en la Boca, podemos cruzarnos por la calle con uno de nuestros artistas imprescindibles: Hugo Irureta.
En el piso del Duomo de Milán, un tanto escondidas, hay unas pequeñas baldosas con imágenes de los signos del zodíaco.
Según los Pitagóricos, el número diez aludía a la perfección. Evidentemente sospecharon que unos veinticinco siglos después, ése número brillaría en la espalda de Diego Maradona.
Conforme a un mito de la Cábala, es posible dar vida a un homúnculo de barro. Sólo es necesario conocer las Palabras Precisas.
Desde 1328, dentro del Palacio Público de Siena, hay un mural de Simone Martini que nunca he dejado de amar.
De a ratos suelo ser extremadamente ambicioso. Es entonces cuando doy en desear que alguna vez mis trabajos merezcan la suerte de ser rozados aunque sea por un borde de la sombra de alguna de éstas maravillas que, entre otras, tanto me ayudan a vivir.



"Mascarón de proa" - Acrílico - 1,00 x 1,00 mts.


"Mascarones y valijas" - Acrílico - 1,20 x 1,60 mts.


"El ángel de las orillas" - Acrílico - 1,20 x 1,20 mts.




















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